miércoles, 7 de enero de 2015

LA CALLE DE MI ABUELA


La calle CAPITÁN ALVAREZ ENTRENA, que ahora se llama calle Cuacos de Yuste o algo así, situada en el conocido “cruce de la paz”, era
 la “calle de mi abuela” .
En los años 70, para mí que fue la calle donde pasé muchas horas jugando, era una calle muy pintoresca; una calle sin salida para los pocos coches que circulaban en esa época, y que para los peatones tenía  dos salidas: o por el pasadizo que había debajo de un bloque de pisos y que ahora es una calle, o por la tapia que comunicaba con el hipódromo de toda la vida, circo romano ahora.
En la acera derecha de la calle teníamos la casa de Don Diego Lozano, aunque la entrada estaba por la avenida, la casa de “La Justa”- una familia bastante rara- , la casa de mi abuela, la barbería de Miguel – que ahora son peluquerías o centros de estilismo- y otras casas que no consigo acordarme de sus habitantes, aunque sí me ha dicho que en una de ellas vivió mi amigo Deme  “el torero”.
La parte izquierda de la calle empezaba con la estación de autobuses urbanos, ¡sí!, los autobuses urbanos tenían allí la cochera donde dormían; aún veo todavía a los conductores de toda la vida, Pepe y Luis, llegando por las tardes para entrar los autobuses y haciendo mil y una maniobras en la calle.
Junto a la estación de autobuses estaba la “bodega de Lázaro”, con sus inmensos toneles – al menos a mí me lo parecía- y cómo en la época de vendimia llegaban los tractores cargados de uvas que dejaban un tufillo fuera de lo normal en toda la calle.
A continuación, y siempre siguiendo el sentido de la calle hacia el circo romano, había dos bares – ni restaurantes ni leches, eran bares- . El primer bar era el del “Manco”, donde  entraba mi tío Vicente todos los mediodías, cuando cerraba el taller, a tomarse el vinito antes de ir a comer. A continuación estaba el “bar Sevilla”, donde, la verdad, entré muy poco.
Después de los bares había dos o tres casas, una la de “Mari la Zapatera”, que a la vuelta de los años me he enterado que era la madre de mi amiga Carmen Torres, y la “casa de los arcos”, donde vivía la familia “los de los ajos”, o sea Martín el albañil y su familia: Pedro, Manolo……Algún día alguien me explicará que era eso de los ajos........
“los de los ajos” poco a poco fueron comprando algunas casas de la calle y se oía comentar a los mayores: “Estos, como sigan así, se van a hacer dueños de la calle”.
A pesar de ser una calle sin salida y a las afueras de Mérida, era una calle con mucha actividad: nos juntábamos muchos niños a jugar, que acabábamos saltándonos al circo porque el campo era más grande. (Después de mucho tiempo llegamos a la conclusión que para que saltarse al hipódromo, era mejor hacer una agujero en la pared.. y así se hizo).
 También había bastante movimiento de mayores sobre todo a mediodía y al salir de los trabajos por la tarde, para ir a echar el vino en cualquiera de los dos bares.
Lógicamente, en las tardes de verano la actividad en la calle era mucho mayor. Cuando el sol iba cayendo, con una goma larga desde el patio de mi abuela se regaba toda la delantera de la casa para asentar el polvo y refrescar la zona – no estaba asfaltada- y se colocaba alguna que otra silla para que nadie aparcara – en otras casas hacían similar tarea-. Ya, anochecido, se formaba el auténtico sentido “casapuertas”, los vecinos se sentaban en las puertas de las casas a conversar y tomar el fresco.
Ahora, como es lógico, la calle ha cambiado: asfaltada, de un solo sentido, ya no hay estación de autobuses, ni bares, ni la bodega de Lázaro. Pero sí hay dos cosas que la distinguen del resto de calles de Mérida: la tapia del circo romano (antes hipódromo) y el número 8 de la calle, o sea, la casa de mi abuela.

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