La calle CAPITÁN ALVAREZ ENTRENA, que ahora se llama calle Cuacos de Yuste o algo así, situada en el
conocido “cruce de la paz”, era
la “calle de mi abuela” .
la “calle de mi abuela” .
En los años 70, para mí
que fue la calle donde pasé muchas horas jugando, era una calle muy pintoresca;
una calle sin salida para los pocos coches que circulaban en esa época, y que
para los peatones tenía dos salidas: o
por el pasadizo que había debajo de un bloque de pisos y que ahora es una
calle, o por la tapia que comunicaba con el hipódromo de toda la vida, circo
romano ahora.
En la acera derecha de
la calle teníamos la casa de Don Diego Lozano, aunque la entrada estaba por la
avenida, la casa de “La Justa”- una familia bastante rara- , la casa de mi
abuela, la barbería de Miguel – que ahora son peluquerías o centros de
estilismo- y otras casas que no consigo acordarme de sus habitantes, aunque sí
me ha dicho que en una de ellas vivió mi amigo Deme “el torero”.
La parte izquierda de
la calle empezaba con la estación de autobuses urbanos, ¡sí!, los
autobuses urbanos tenían allí la cochera donde dormían; aún veo todavía a los
conductores de toda la vida, Pepe y Luis, llegando por las tardes para entrar los
autobuses y haciendo mil y una maniobras en la calle.
Junto a la estación de
autobuses estaba la “bodega de Lázaro”, con sus inmensos toneles – al menos
a mí me lo parecía- y cómo en la época de vendimia llegaban los tractores
cargados de uvas que dejaban un tufillo fuera de lo normal en toda la calle.
A continuación, y
siempre siguiendo el sentido de la calle hacia el circo romano, había dos bares
– ni restaurantes ni leches, eran bares- . El primer bar era el del “Manco”,
donde entraba mi tío Vicente todos los
mediodías, cuando cerraba el taller, a tomarse el vinito antes de ir a comer. A
continuación estaba el “bar Sevilla”, donde, la verdad, entré muy poco.
Después de los bares
había dos o tres casas, una la de “Mari la Zapatera”, que a la vuelta de los
años me he enterado que era la madre de mi amiga Carmen Torres, y la “casa de
los arcos”, donde vivía la familia “los de los ajos”, o sea Martín el albañil y
su familia: Pedro, Manolo……Algún día alguien me explicará que era eso de los ajos........
“los de los ajos” poco
a poco fueron comprando algunas casas de la calle y se oía comentar a los
mayores: “Estos, como sigan así, se van a hacer dueños de la calle”.
A pesar de ser una
calle sin salida y a las afueras de Mérida, era una calle con mucha actividad:
nos juntábamos muchos niños a jugar, que acabábamos saltándonos al circo porque
el campo era más grande. (Después de mucho tiempo llegamos a la conclusión que
para que saltarse al hipódromo, era mejor hacer una agujero en la pared.. y así
se hizo).
También había bastante movimiento de mayores
sobre todo a mediodía y al salir de los trabajos por la tarde, para ir a echar
el vino en cualquiera de los dos bares.
Lógicamente, en las
tardes de verano la actividad en la calle era mucho mayor. Cuando el sol iba
cayendo, con una goma larga desde el patio de mi abuela se regaba toda la
delantera de la casa para asentar el polvo y refrescar la zona – no estaba
asfaltada- y se colocaba alguna que otra silla para que nadie aparcara – en
otras casas hacían similar tarea-. Ya, anochecido, se formaba el auténtico
sentido “casapuertas”, los vecinos se sentaban en las puertas de las casas a
conversar y tomar el fresco.
Ahora, como es lógico,
la calle ha cambiado: asfaltada, de un solo sentido, ya no hay estación de
autobuses, ni bares, ni la bodega de Lázaro. Pero sí hay dos cosas que la
distinguen del resto de calles de Mérida: la tapia del circo romano (antes
hipódromo) y el número 8 de la calle, o sea, la casa de mi abuela.
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